jueves, septiembre 20, 2012

La veu tremolosa y trista d'un campanar

(Dedicado a Sergio G.)

Este verano, en plenas olimpiadas, tuve una interesante discusión con un tal Pep. El hombre se quejaba de que en una noticia en El País online sobre nuestra primera medalla en natación sincronizada no se hacía mención expresa de que las nadadoras eran catalanas. Le contesté con toda la afabilidad de que fui capaz, haciéndole notar que acababan de publicarla y que no veía que hubiera mala intención en ello, aparte de que lo que le interesaba al público en general era saber que teníamos una medalla y no de qué región concreta procedían las nadadoras. Me ahorro los detalles y me voy al final: a pesar de mis intentos conciliadores, terminó diciendo que era un falso moderado y un nacionalista español agresivo, un opresor más que demostraba la imperiosa necesidad de Cataluña de apartarse de gente como nosotros. También me insultó un poquito en catalán. Así que le dije que se fuera por la sombrita y ahí quedó la cosa. El señor Mas lo habría calificado de "hartazgo mutuo", aunque mi diagnóstico es que cuando alguien está dispuesto a darse por ofendido, hagas lo que hagas al final se ofenderá. O dicho en palabras de Julián Marías, "es un error tratar de contentar a quien no se quiere contentar".

Me he acordado de esto pensando en el monumental follón en el que estamos tras la manifestación independentista de la última "Diada" (podríamos hablar de la "Diada" en sí y su origen, pero entonces me va a salir un artículo larguísimo) y me pregunto cómo hemos llegado aquí. Un amigo catalán opina que esto no es más que una estrategia para conseguir el famoso pacto fiscal, pero yo no lo tengo tan claro. Si este era el plan desde el principio, me parece que se han pasado de frenada y ahora tenemos dos problemas.

El nacionalismo catalán, históricamente, tiene cierta querencia a tirarse al monte. Por no irnos muy lejos en el tiempo: durante la Segunda República, uno de los retos que se pretendió resolver definitivamente fue el encaje del País Vasco y Cataluña. Ortega y Azaña tuvieron interesantísimos debates en sede parlamentaria; el primero, más pesimista, pronunció su famosa frase "el problema catalán no se puede resolver, tan sólo conllevar"; Azaña, por el contrario, pensaba que el estatuto de autonomía lo arreglaría. El tiempo le dio la razón al pesimista: las autoridades de la Generalitat de Companys proclamaron el estado catalán en octubre de 1934 (aunque duró bien poco), de la misma manera que Maciá lo había hecho en 1931. La causa coyuntural en 1934 fue la victoria de la derecha en las elecciones (¿les suena de algo?). El mismo Azaña, su principal valedor, acabó hasta el moño de Companys y del gobierno catalán, como explica en sus memorias. Nótese que el hecho de tener sólo dos regiones con estatutos de autonomía no sirvió de gran cosa. Esto es algo que conviene recordar a los que dicen que el problema actual es el "café para todos" de la España autonómica. El caso es que la historia reciente nos demuestra que la descentralización no tienen una correlación en la rebaja de la tensión soberanista. Antes bien, da la impresión de enconarla en el largo plazo. Es cierto que la Segunda República sólo duró cinco años y no sabremos cómo habría evolucionado con el tiempo ¿pero cómo se explica que después de treinta años de transferencias en el actual régimen estemos peor que al principio?

Por clarificar mi postura: es evidente que Cataluña tiene un hecho diferencial, y una parte no pequeña del mismo es ser conscientes de tener un hecho diferencial (es una definición recursiva, lo sé). En mi opinión, un catalán no es "más diferente" de un castellano que un andaluz de un gallego o un valenciano de un extremeño, pero muchos catalanes se sienten "más diferentes". Tampoco es la única región con lengua propia. Ahora bien, es obvio que existe un sentimiento de comunidad histórica, política y cultural mucho más fuerte que en otras regiones, y ese hecho no puede ignorarse ni minimizarse. Es respetable y, aunque no lo fuera, lo mismo da: es así y es lo que hay.

Me centraré en un ejemplo de lo que podríamos denominar "mutua incomprensión", como es el tema de la lengua. Sobre esta cuestión el debate ha sido continuamente falseado, comparando las peras de la normalidad bilingüe del día a día con  las manzanas del uso legislado por la Generalitat. La respuesta desde las autoridades catalanas a las sucesivas sentencias sobre la inmersión linguística es siempre la misma: "en la calle se habla tanto el castellano como el catalán con normalidad,  y por tanto no procede rectificar un ápice nuestra política ni vamos a permitir injerencias externas". Pero es que ese no es el asunto: lo que está en cuestión es el derecho de las familias (las oriundas y las que viven en Cataluña por motivos de trabajo) a que sus hijos sean educados en cualquiera de ambas lenguas cooficiales reconocidas por la ley. No se trata de si el alumno catalán medio acaba dominando el castellano o no, se trata de que el sujeto del derecho es el individuo y no la administración ni la comunidad ni el idioma. Sin embargo, hay que reconocer que los sucesivos gobiernos catalanes han conseguido vender bien la idea de que oponerse a la inmersión es perseguir el catalán, aunque los tribunales se pronuncien una y otra vez en la línea contraria. El que incumple la ley es el que ha ganado en este caso la partida mediática.

Mi experiencia personal con catalanoparlantes es que la mayoría de la gente tira de educación y de sentido común, aunque pueda haber contadas excepciones. También hay "españoles" que no ven con normalidad que en una reunión los catalanes hablen entre sí en su lengua materna y suele deberse a que se les atribuye equivocadamente una intención sospechosa cuando no es más que un hecho natural, la gente tiende a hablar entre sí en el idioma común que usan en el día a día. Pero, como digo, lo que ocurre en "la calle" nunca ha sido el problema; el problema es lo que ocurre en los parlamentos, en los boletines oficiales o en TV3. La política de inmersión no tiene un objetivo linguístico, sino político, cuyos réditos para el nacionalismo se ven ahora con más claridad.Y por eso los políticos catalanes siempre se han mostrado absolutamente inflexibles en esta cuestión. Lo importante no es la voluntad del ciudadano individual - aunque la Constitución lo ampare - sino lo que sirve para "fer país".

Dicho lo cual, ¿a qué se debe el auge independentista de los últimos tiempos? Coyunturalmente, al Estatut y la crisis económica. En mi opinión, ni lo uno ni lo otro lo justifica, y ahora explicaré por qué.

El Estatut, básicamente, es un ejemplo de libro de cómo la política puede crear problemas de la nada. El primer culpable fue ZP ("aceptaré el estatuto que salga de Cataluña") y el segundo el PSC, que se lanzó a la aventura cuando no resultaba ni una necesidad ni una preocupación de la mayoría de los catalanes. De esto ya escribí aquí en extenso. Hablemos claro: el Estatut que salió del parlamento catalán era un truño que convertía de hecho España en un país confederal y que no había por dónde encajarlo. Obviamente, el Tribunal Constitucional hizo lo único que podía hacer (recortarlo), hecho que el nacionalismo interpretó oportunamente como el enésimo ataque a Cataluña, para variar. Lo que debemos preguntarnos es cómo pudo aprobarse con la mayoría del PSC, ya que la apuesta nacionalista era ganadora en todos los casos ( "si lo dejan como está, eso que nos encontramos, y si nos lo recortan, demostraremos a los catalanes que no se nos respeta") y la del PSC/PSOE, no (si hablamos del PP, ésta era perdedora en todos los casos, tanto si se oponía como si lo apoyaba). El mensaje ha calado, de forma que aunque a muchos catalanes el tema del nuevo estatuto se la traía al pairo inicialmente, que se lo recortaran "desde Madrid", no. Así de simple.

Y dejo lo más importante para el final, el presunto expolio al que el resto de España estamos sometiendo a Cataluña. Pues empecemos por negar la mayor: el problema de base es que se hacen trampas con las cuentas. De entrada, es por completo absurdo convertir a las regiones en "donantes" o "receptoras" y, para no molestar a nadie, pongo el ejemplo de la "donante" por antonomasia: Madrid. Lo que una comunidad autónoma aporta a la caja común básicamente depende de las empresas que tengan su sede en ella y del IRPF de sus contribuyentes. Evidentemente, la inmensa mayoría de las empresas del IBEX tienen su sede social en Madrid y cotizan allí; lo mismo puede decirse de los sueldos de sus altos directivos, que suelen vivir donde trabajan. Sin embargo, el negocio de todas esas grandes empresas se distribuye por toda España, luego hay un flujo de capitales desde toda la geografía nacional que a efectos de impuestos computa como aportación madrileña. Esto, como se dice ahora, es "hacerse trampas al solitario". De la misma manera, cuanto más alto es el nivel de vida y el sueldo medio en una región más IRPF recoge ("aporta"). En el caso catalán, cuando usted compra un coche Seat o Volkswagen, cuando se da de alta con Gas Natural o Endesa, cuando se come un yogur Danone o pone su nómina en La Caixa, está haciendo que la "aportación" catalana a las cuentas del Estado aumente.

Las cuentas de la vieja que se hacen los partidarios de la independencia es suponer que ese flujo de dinero se va a mantener tras una hipotética secesión, lo cual no sólo es mentira sino que es imposible. Todas las empresas citadas, y muchas otras, tendrían que tener dos filiales, una catalana y otra española. Eso, en el mejor de los casos. Los ingresos de la filial española cotizarían en España y no íntegramente en Cataluña, como hasta ahora. Y si hablamos ya de empresas estrictamente catalanas - qué se yo, desde Casa Tarradellas a Codorniu - que de media tienen el 60% de su negocio en España, tendrán que asumir muy probablemente una bajada notable en sus ventas porque más de uno y más de dos, durante un tiempo considerable, optaría por no consumir productos catalanes. Esto último es una hipótesis razonable, el resto es un hecho.

A eso habría que sumarle otros dos "pequeños" inconvenientes: Cataluña tendría que hacerse cargo de su parte proporcional de la deuda externa española y, por supuesto, asumir los gastos que conllevaría salirse del euro. Todo ello sin una entidad superior que avale tu deuda (que ya es bono basura, por cierto). Puede que en cinco, diez o veinte años volviera a ser miembro de la UE, pero en el corto y medio plazo los problemas actuales iban a ser una risa comparados con los que se le vendrían encima. Desde el punto de vista estrictamente económico, el negocio es malo de cojones. No obstante, estoy seguro, a diferencia de lo que piensa más de un mesetario corto de miras, de que Cataluña a la larga saldría adelante. Pero que no le vendan la burra a los catalanes de que eso sería pronto y a coste cero, porque no es verdad.

Y termino. Estamos en un hermoso callejón sin salida. La independencia, pensada en frío y no con el bajo vientre, es algo que no beneficia ni a Cataluña ni a España, pero el pacto fiscal que se reclama tampoco se lo puede permitir la segunda. Ya hemos salido colectivamente perjudicados con los conciertos vasco y navarro, cuyo peso en la economía nacional es mucho menor, como para dejar que la autonomía responsable del 20% del PIB español siga el mismo camino, especialmente en las circunstancias actuales. La cosa no tiene fácil arreglo. Y digo yo que los sucesivos gobiernos catalanes también tendrán alguna responsabilidad en el déficit que acumulan. Lo mismo que el resto de comunidades que están pidiendo el rescate, pero al menos han tenido la delicadeza de no empeorar el problema. En justicia, también es razonable que el gobierno central repase detenidamente qué gasto público per cápita están recibiendo los catalanes y tratar de ver si realmente hay un agravio comparativo. Pero con sosiego y sin una espada de Damocles en el cogote. Item más: ¿sería el pacto fiscal el final el camino o sólo la siguiente parada hacia el objetivo final? Me huelo, visto lo visto, que más de lo segundo que de lo primero. En cualquier caso, con la Educación transferida el independentismo no hará más que aumentar, y a las pruebas me remito, así que me temo que esto sólo es cuestión de tiempo. Nos hemos marcado un gol en propia puerta pensando que todo el equipo jugaba el mismo partido y no tenemos entrenador. Ahora puede que la cosa ya no tenga remedio.

Xavi, Casillas: haced algo, leñe.

"Mentre jo canto, de matinada, la vila és adormida encara ..."

domingo, julio 22, 2012

Marchando una de crisis española: todos tienen razón, todos se equivocan

Estoy seguro que a a estas alturas a todo el mundo le sonarán cosas como "prima de riesgo", "troika", "rescate", "deuda pública", "burbuja inmobiliaria", "recortes" o "BCE". Sin embargo, usando la muestra estadística de la que dispongo - a saber, conocidos, Facebook y foristas en internet - he llegado a la conclusión de que la mayoría de la gente en el fondo no entiende qué relación guardan entre sí, o dicho de otra forma, la situación en la que nos encontramos, sus verdaderas causas y sus más que probables nefastas consecuencias. En parte creo que es una actitud muy española. Ante una adversidad (salvo que seamos deportistas) básicamente nos hacemos dos preguntas:

1) ¿Qué hay de lo mío?
2) ¿A quién le puedo echar la culpa, a ser posible que me caiga mal?

Dado que las respuestas son tantas como españoles, el resultado es una jaula de grillos en las que todo el mundo se indigna con todo el mundo y reclama una cosa y su contraria. Y eso no ayuda a entender los problemas ni a solucionarlos.

Trataré de ir al grano: la crisis crediticia mundial de 2008 provoca el pinchazo de nuestra burbuja inmobiliaria y eso nos acaba dejando con más de cinco millones de parados, el mercado de crédito paralizado y una deuda privada gigantesca, que a su vez acaba contaminando a la deuda pública. O sea: el principio de la bola de nieve fue ajeno a nuestra economía, pero a partir de ahí, el problema es genuinamente español. Es más:  las burbujas, por definición, tarde o temprano acaban explotando con un "pop", ya que no pueden crecer indefinidamente. Por eso Francia, Suecia o Alemania están en una situación por completo diferente a la nuestra.

El primer reflejo condicionado respecto a la burbuja es echarle la culpa a los bancos. Grrr, esos señores siniestros que nos chupan la sangre. Bueno, es muy posible que sea así, pero no olvidemos que la causa de la burbuja es justo la contraria: exceso de crédito fácil y barato. La burbuja se hizo enorme porque el precio del dinero era bajo (y lo era debido a que el BCE impuso unos tipos de interés bajísimos porque le convenía reactivar la economía alemana tras la reunificación) y porque se concedieron préstamos e hipotecas a cascoporro con buenas condiciones  a empresas y a particulares, que fueron al ladrillo. Los ayuntamientos se hartaron de ganar dinero (y gastarlo luego) a base de recalificar terreno, el paro bajó a lo que podríamos llamar "pleno empleo español" (que con nuestra economía sumergida andará por el 8%) incluyendo a muchos trabajadores de baja cualificación, el Estado saneó sus cuentas, la bolsa se disparó, proliferaron los depósitos al 7% TAE y en definitiva, la construcción tiró de todo lo demás. En eso consistió "el milagro español".

¿De quién fue la responsabilidad? De todos y de nadie, aunque de unos más que de otros. Los bancos, sobre todo,  por prestar demasiado dinero sin suficientes garantías buscando beneficios fáciles y rápidos. Las autoridades económicas encargadas de supervisar el sistema (desde el Gobierno al Banco de España: "tenemos el sistema bancario más sólido del mundo") por no haber tomado medidas a tiempo y propiciado un aterrizaje suave. Los que compraron y vendieron pisos sin tener la mínima intención de habitarlos y encarecieron el precio del mercado sistemáticamente. Los ayuntamientos, las constructoras, los políticos comisionistas que se lo llevaron calentito. Incluso, de otra forma y en otra medida (ya que fueron a la vez beneficiarios y damnificados), los que suscribieron una hipoteca a cuarenta años comprometiendo la mitad o más de sus ingresos mensuales sin plantearse si realmente se lo podían permitir. Que aquello no tenía pies ni cabeza parece que lo sabíamos todos, pero todo el mundo miró para otro lado porque las cosas, aparentemente, nos iban bien.

Total, se explota la burbuja y ¿entonces qué? Muchas empresas y particulares dejan de poder hacer frente a sus préstamos y los bancos se encuentran con un montón de inmuebles cuyo precio de mercado no vale lo que sus balances dicen que vale, a lo que hay que añadir los préstamos que aún se pagan pero están en grave riesgo de mora. Conclusión: los balances hay que recalcularlos a la baja y el mercado de crédito se cierra, dicho más o menos burdamente, ya que nadie se fía de nadie y el ladrillo no se caracteriza por su liquidez. Resulta entonces que el sistema bancario tiene un agujero de tamaño familiar y pone a muchas entidades (por cierto, no las grandes y "malosas" como Santander o BBVA, sino las cajas de ahorro gestionadas por nuestros queridos políticos) en serio riesgo de quiebra. ¿Qué hacemos? Pues las juntamos entre sí, a ver si uniendo sinergias y reduciendo gastos duplicados conseguimos algo, pero claro: si juntas a dos entidades con agujeros la resultante es otra con un agujero que es la suma de los anteriores (ejemplo conocido: Bankia). Cuidao la tontería ...

Por el camino, las autoridades europeas empiezan a ponerse un poco nerviosas. Oiga, que tienen ustedes mucho paro. Oiga, que el agujero ese que tienen los bancos, a ver si me dice cuánto es. Oiga, que no me fío de sus cuentas, que hoy me dice usted una cosa y el mes que viene otra. Y por el camino también, los "mercados" empiezan a no fiarse tampoco y la prima de riesgo a subir. Saltándome tecnicismos,  con una prima en 600 puntos básicos en el mercado secundario de deuda, España tiene que dar un 6% más de interés que lo que ofrece el estado alemán por un bono a diez años cuando emite deuda. Con la tasa actual, nos prestan 10000 millones de euros en bonos y tenemos que devolver aproximadamente 20000. Acojona, ¿eh? El efecto práctico es que la prima de riesgo determina la capacidad de un estado para financiarse. Cuando ya no puede más, llega el rescate, y estamos llegando a ese punto.

¿Y por qué sube la prima de riesgo, oiga? ¿Son los mercados, esos malvados, que nos quieren hundir? Pues sí y no, señor mío. Lo que llamamos  mercado básicamente lo que mide es el grado de confianza que la economía española inspira. Evidentemente hay un considerable componente especulativo, pero respóndase esta pregunta: ¿compraría usted bonos españoles a diez años a día de hoy? ¿Qué posibilidades ve de no recuperar su dinero (eso se llama default, cuando un país no puede hacer frente a sus deudas)? Los leones se van a por el ñu herido porque son muy cabrones, cierto, pero también porque es lo más rentable ecológicamente hablando. No obstante, otro factor a considerar es que la prima sube porque los inversores se están llevando su dinero a otra parte a gran velocidad y deshaciendo sus posiciones en deuda española, que está ya en su mayor parte en manos de los bancos españoles grandes como Santander y BBVA (¿empieza a ver el lío en el que estamos y cómo se realimenta una cosa con otra?). Fusilo literalmente lo leído hoy en un artículo de Pablo Pardo en El Mundo: "A medida que hay más ajustes, hay más tensiones sociales [...] Eso, a su vez, retrae más a los inversores, que ya tenían bastante con no saber a dónde iba la economía para encima no saber a dónde va la política, el sistema regulatorio, el modelo fiscal, la presión tributaria, y la opinión pública".

Hay que preguntarse si podemos curar al ñu, si bien es cierto que cuanto más lo persigan los depredadores más debilitado estará. Necesitamos a un elefante amiguete que nos cubra las espaldas. El elefante amiguete se llama Merkel (interesante metáfora). Bueno, para ser exactos, se llama Unión Europea y se llama BCE, aunque por resumir digamos que la que manda es Alemania y su Dama de Acero. ¿Qué han hecho el Banco de Inglaterra o la Reserva Federal americana para mantener su financiación pública a intereses asequibles? Comprar deuda, tanta como ha sido necesaria. No olvidemos que un banco central puede crear dinero de la nada; el efecto es que si lo hace masivamente la moneda se devalúa y aumenta la inflación, pero es cuestión de decidir si sale más a cuenta eso o rescatar después. Por tanto, el BCE podría anunciar que va a comprar indefinidamente deuda española e italiana en el mercado secundario, pero -oh tempora, oh mores - no está por la labor. Y no está por la labor debido a que Alemania considera que eso es como dar aspirina al que tiene fiebre y que lo hay que hacer es atacar la infección: recortar gastos, ajustar el déficit y desfacer nuestro entuerto bancario. Añado en justicia que el BCE compró deuda española masivamente en 2011 y al final la prima siguió subiendo; también prestó dinero a los bancos españoles a mínimo interes que en su mayor parte estos emplearon en comprar deuda, y la prima siguió subiendo. La única posibilidad sería que manifestara su intención de hacerlo sin límite de tiempo o cantidad.

En este punto, si es que ha llegado usted hasta aquí, conviene aclarar algo importante: la deuda pública española sobre PIB, hasta que se nos ha disparado la prima de riesgo, no era grande comparativamente con nuestro entorno. En 2011 era del 68,5% mientras que la alemana era 81,30% o la italiana 120,10%. Y si hablamos de gasto público, no me resisto a mostrar esta tablita sacada de los datos oficiales de Eurostat 2010:



O sea: contrariamente a lo que todo el mundo se cree, el gasto público español no era excesivo, de hecho estaba por debajo de la media del entorno. Distinto es si ese gasto se ha empleado inteligente, racional y honradamente, o si nuestro modelo territorial es el más eficiente, pero esa es otra cuestión. Nuestro problema no es que nuestro gasto sea tan grande, sino que se nos han desplomado los ingresos y financiarnos nos cuesta un riñón con la prima de riesgo en sus niveles actuales.

Total, que el elefante le ha dicho al ñu: si quieres que no te coman los leones, yo te ayudo pero te voy a poner a dieta. El ñu argumenta con razón que con lo débil que está ponerse a dieta es contraproducente, que necesita vitaminas y hierba fresca, pero sin la protección de elefante tiene los días contados. Por tanto, el gobierno español se ha puesto a hacer "los deberes": pide un rescate para el sector bancario con problemas (cuya cantidad aún no se ha fijado salvo en  su máximo, que sería de 100.000 millones de euros) y se pone a recortar a diestro y siniestro para intentar cumplir unos objetivos de déficit comprometidos con Bruselas. En otros tiempos, el Banco de España habría devaluado la peseta pero eso ya no está en nuestra mano. Dicho de otra manera: el margen de maniobra interna es nulo.


Así las cosas sólo veo tres alternativas posibles:

a) Aceptar la ayuda europea, cuya ineludible contrapartida es controlar el déficit - aunque probablemente agrave el problema - y por tanto recortar hasta que cuadren las cuentas. Al menos mientras Merkel siga ahí.

b) Salirnos del euro, dejar caer los bancos y recortar después mucho más, dado que no nos va a financiar ni el tato y los costes técnicos de la salida en sí serían estratosféricos.

c) No hacer nada y esperar a que Bruselas nos rescate del todo y sean ellos los que recorten "a la griega". De hecho esta alternativa podría llegar por sí sola.

Lo que no existe es la cuarta alternativa, que es no recortar en nada y esperar que esto se arregle solo, salvo que alguien sepa algún método mágico para que la prima de riesgo vuelva a a los 100 o 200 puntos básicos, en cuyo caso ya está tardando en llamar a Montoro. Pues bien, dado que en mi opinión la alternativa menos pésima es la "a", no queda otra que apretar los dientes e intentar remar todos en la misma dirección (claro que entonces seríamos alemanes, no españoles). Creo que tenemos el equivocado e infantil concepto de considerar un derecho inalienable todo aquello que el Estado ha sufragado o subvencionado alguna vez en el pasado y además lo queremos en la misma proporción. Más vale que nos mentalicemos de que no es así. Y, señores, si no hay dinero suficiente y endeudarse cuesta un riñón, habrá que apretarse el cinturón y aceptar la realidad, por muy indignados que estemos retroactivamente. 

El Gobierno haría bien en tratar de comunicar y explicar y explicarse, a ser posible en castellano y en sede parlamentaria, y ya de paso, en decirnos si tiene un plan que no consista en correr detrás de la prima de riesgo como pollo sin cabeza. A lo mejor va siendo hora de tocar en serio a las rentas de capital, SICAVS y grandes patrimonios, así sea por no dar la impresión de que sólo se aprieta a los asalariados. Tampoco estaría de más que buscara más el consenso o al menos diera la impresión de buscarlo. La oposición del PSOE haría bien en acordarse de  que gobernaron las dos últimas legislaturas, antes de pensar en ponerse detrás de las pancartas; si estos recortes no le gustan, que coja una excel y nos diga su alternativa. La oposición más a la izquierda del PSOE haría bien en explicarnos si su alternativa es la b) o la c). Ciertas autonomías harían bien en tratar de ponerse de acuerdo con el Estado central en vez de ir a los tribunales y todas ellas deberían plantearse si hacen falta miniembajadas, televisiones autonómicas y cosillas por el estilo. Todos, políticos y sindicalistas, harían bien recordando que estaban en los Consejos de Administración de las cajas a las que ahora hay que rescatar, cobrando un pastizal , por cierto. Finalmente, la clase política en general - al menos por dar ejemplo - debería plantearse cuántos concejales, parlamentarios, consejeros y cargos de libre designación son estrictamente necesarios, y cuánto deberían cobrar por su trabajo. 

Y ya que estamos.  Los funcionarios tendría que ser conscientes de que en cualquier empresa cuando el pagador no tiene dinero se echa a los trabajadores a la calle, y si eso no es posible en su caso, sólo se pueden recortar sueldos. La minería como sector podría explicar qué ha hecho con los 24000 millones en ayudas recibidas desde 1990 para producir un carbón malo y caro y explicarnos por qué debemos seguir subvencionándolo cuando sólo quedan unos 7000 mineros; nos saldría más barato darle una paga vitalicia a cada uno (que supongo que es lo que quieren, igual que yo, claro). Los universitarios deberían informarse sobre lo que le cuesta al estado cada año que están en las aulas y qué parte sufragan ellos,  y los que se dicen sus "representantes" comportarse como tales y no como niñatos si los convoca el ministro del ramo. Los que se oponen a cualquier tipo de copago podrían aclarar si realmente poner un euro por receta o consulta es algo que no nos podemos permitir si se hace en relación a los ingresos (yo las cervecerías las sigo viendo llenas). Y así podría seguir ad infinitum con la economía sumergida, el fraude fiscal, etc. Que una cosa es no tener la culpa de la situación en la que nos encontramos y otra cosa es que no nos toque arrimar el hombro cada uno en lo que nos toca.

¿Conclusiones? No las tengo. Personalmente pienso que esto va a acabar en un rescate completo a no ser que intervenga el BCE y lo haga cuanto antes. Creo que los ciudadanos tenemos que asumir que ya no vivimos en el mismo país que hace sólo cuatro años. Es más, pienso que la mejor política activa de empleo que se debería aplicar es dar cursos de inglés y alemán masivamente. Ahora mismo, el trabajo no está en España y no lo va a estar en unos años. Los recortes irán a más, hasta que no empecemos a crecer o salga elegido un gobierno socialdemócrata  en Alemania  que no considere que el déficit sea la prioridad número uno. En fin, no soy optimista aunque querría.


Al menos siempre nos quedará Del Bosque.